Un verano en la Provenza (Historia del tejido provenzal)

Lorena estuvo el verano pasado en Provenza. De allí se trajo esta tela típica, perfecta para hacerse un vestido estival. 

Como su paisano el Vichy, el tejido provenzal es un tejido humilde, poco utilizado para ropa de vestir. Se usa habitualmente para manteles, guantes de cocina, delantales y caminos de mesa, pero a Lorena (y a mí) nos parece perfecto para lucir el bronceado. 

Se trata de una indiana de algodón -como también lo es el toile de jouy (ya lo expliqué aquí)-, estampada en colores vivos con unas planchas de madera o cobre grabados, importadas por Francia en el siglo XVI desde la India, y que supusieron toda una revolución en el más amplio sentido de la palabra.

En el siglo XVI, en Europa no se conocían las telas de algodón. Las clases pobres vestían con lino, cáñamo o lana, mientras que las ricas lo hacían con sedas o terciopelo. El algodón que llegaba al floreciente puerto de Marsella desde la India era una novedad total, y los estampados de flores que se obtenían al imprimir los moldes de madera, no se parecían a nada de lo que había en aquel momento. ¡¡Imaginad lo entusiasmadas que se sintieron las damas de la época ante su llegada!!

Además, el algodón es ligero y fresco para los cálidos veranos de la Provenza, y es fácil de lavar y mantener.

Poco a poco, artesanos provenzales empiezan a imitar los grabados indios e inventan otros (dicen que inspirados por un fabricante de naipes de Marsella). La Academia de Bellas Artes de Marsella también contribuye a la diversificación de motivos, pero son muy típicos las "moscas" y los "calissons" (dulces parecidos al mazapán, con esa forma almendrada) repetidos por todo el tejido, a veces rodeados de cenefas más complejas.

Proliferan fábricas textiles que se establecen en Arlès, Avignon, Nîmes y Aix. Su éxito es tal que el rey Luis XIV decide prohibirlas como medida proteccionista de la industria francesa en 1686. No pueden ser fabricadas, ni comercializadas ni vestidas, por lo que su uso se restringe a un ámbito estrictamente doméstico. Y es que los franceses ya no pueden prescindir de unas telas que se lavan divinamente con jabón de Marsella sin estropearse ni perder color.

Los fabricantes indios deciden establecerse fuera del reino para evitar el edicto real y eligen Avignon, que estaba en aquel momento bajo la autoridad papal. Más tarde consiguen permiso del ministro Colbert  -con la condición de que sean cosidas en Marsella-, para fabricarlas y venderlas exclusivamente en el extranjero, hasta 1759, cuando se levanta la prohibición.

Este precioso tejido con multitud de colores y motivos ha llegado hasta nuestros días, y para mí evoca el verano y ratos de despreocupación.

Me gustan sus reminiscencias campesinas y humildes, coloridas y frescas para faldas largas y para vestidos de vuelo.

Pero por supuesto, no será para lo único que usemos este tejido. Muchas otras sorpresas nos esperan!!

Edito: Esta es mi entrada número 600!! Podía habérsela dedicado al famoso coche de nuestra niñez...