Cuando viajamos con niños, tenemos que intentar una cosa: que no se aburran.
Muchas horas metidos en un coche, mirando por la ventanilla paisajes que les dan completamente igual, pueden acabar con su paciencia, y con la nuestra.
A mí siempre me gusta llevar conmigo un par de muñequitos pequeños, que no pesen en el bolso, y sacarlos para su deleite, cuando menos se lo esperan. Los muñecos empiezan a hablar y a moverse y mi hija deja de mirar mi boca para mirar mis manos. Ahora los protagonistas son ellos. Y suele dar resultado. Luego se los paso a ella para que siga con las aventuras.
Ahora que Silvia es más mayor, tiro más de cuadernos de dibujitos, laberintos y doodles, o una baraja de cartas de "Familias" (¿os acordáis de ellas?).
Y el juguete estrella de cuando era muy pequeña, era la "bolsita de las sorpresas", una bolsita de tela que le hice y donde le metí un montón de cachivaches de todo tipo (pero pequeños): un espejo, un silbato, un cuentito, un tapón de champú que se abría y cerraba, un cochecito de esos de ruedas de retroceso, unos lazos con cascabeles, un frasquito con abalorios, unas figuras de madera, un dispensador de caramelos Pez...... en fin, tenía para rato metiendo su manita y sacando el siguiente objeto a curiosear.
Hay que contar con que se van a aburrir y tratar de evitar el dichoso: "¿Cuándo llegamos? ¿Queda mucho rato todavía?????"